Para los emprendedores, el camino de la idea a la salida a bolsa está empedrado de trofeos y trincheras, con miles de ocasiones para fracasar. Las mentes creativas de los emprendedores sopesan riesgos y recompensas en su afán por resolver el problema, y una ayuda estructurada programada desde el exterior mejora fundamentalmente las probabilidades de éxito.
Por Samir Sathe
La historia de las empresas y los emprendimientos está repleta de pruebas de alguien que busca la ayuda de otro para conseguir algo. En el caso de los emprendedores, el camino desde la idea hasta la salida a bolsa está empedrado de trofeos y trincheras, con miles de ocasiones para fracasar, y la necesidad de programas estructurados de ayuda es realmente indiscutible.
Ha nacido un empresario:
A los emprendedores de todo el mundo no les mueve el dinero, el poder o una posición superior en la sociedad que les impulse a empezar con una idea.
La orientación empresarial se caracteriza por la autonomía, la capacidad de innovación, la asunción de riesgos, la agresividad competitiva y la proactividad. Contrariamente a la creencia popular, no se convierten en empresarios porque sean más propensos al riesgo que los demás. Son más conscientes del riesgo y lo gestionan mejor que los demás.
Estos emprendedores tienen un impulso innato para resolver lo que creen que tiene solución, y están dispuestos a apostar por su capacidad para resolver el problema que perciben, consciente o inconscientemente. Además, también es una sensación de percibir una oportunidad que sienten con urgencia, que podría resolver el problema que puede molestar de alguna manera a la sociedad.
Los empresarios son creativos porque ven el mundo tal y como es. debe ser y no tal cual. La idea que germina en sus mentes y corazones es una herramienta que utilizan para resolver el problema o la oportunidad que ven o intuyen para cambiar el statu quo, no para aceptarlo.
La diferencia entre ellos y los demás es que se creen dueños del papel de resolver ese problema en lugar de derivarlo a otra persona; quieren hacerlo de forma independiente, por lo que se convierten en sus amos.
Necesidad de programas estructurados:
No se puede restar importancia a la necesidad de programas estructurados de ayuda a los empresarios y sus empresas. Entre varias razones, destacan tres:
- ¿Es la idea lo suficientemente buena? Por lo general, nace pero nunca es estática; sigue cambiando, como un artista que improvisa su idea sobre el lienzo. Los emprendedores necesitan ayuda para saber si su idea es lo bastante buena para resolver el problema.
- ¿Es mejor la remuneración percibida que la fuente de ingresos de la oportunidad? Los empresarios asumen riesgos en sus empresas sólo cuando las recompensas compensan los ingresos de oportunidad procedentes de fuentes distintas de la iniciativa empresarial. El problema es que los empresarios no saben si otros han pensado también en la misma idea y, en ese caso, si han tenido el mismo éxito o no. El éxito es más probable con menos competidores que persigan la misma idea. Por lo tanto, no saben si su recompensa es realizable o no. Principalmente, los empresarios los conocen a ellos, a sus empresas, mejor que a sus competidores. Por lo tanto, la visión desde fuera es fundamental para validar la hipótesis sobre la propia empresa. Ignorar felizmente si uno va a la zaga o a la cabeza del mercado no ayuda. A fin de cuentas, no basta con detectar el problema o la oportunidad e idear; es más importante saber si uno es mejor que los demás para resolver ese problema. Eso, a su vez, determinaría la ecuación de la rentabilidad.
- La separación de capital y propiedad aumenta los riesgos: A medida que aumenta lo que está en juego, cuando los propietarios o fundadores piensan en ampliar su idea de negocio, aumenta la necesidad de estar seguros, de ser más circunspectos. De la fase de arranque a la de semilla, pasando por la de riesgo, otras fuentes, series A, B, etc., hasta la obtención de fondos privados o públicos, hay múltiples partes interesadas, lo que amplifica el riesgo de forma espectacular. El riesgo de fracaso puede acabar no sólo con la idea, sino también con el fundador, el empresario y otros socios financiadores. Por eso es necesario que el emprendedor reciba ayuda de expertos y experimentados cuando la necesite.
En resumen, mientras las mentes creativas de los empresarios sopesan riesgos y recompensas en su afán por resolver el problema, la ayuda estructurada programada desde el exterior mejora fundamentalmente las probabilidades de éxito al institucionalizar la gestión de datos, colmar lagunas de información, ofrecer lecciones de la historia empresarial, equilibrar la creatividad con el orden, en la gestión del dinero, los materiales, las personas y la información, para alcanzar el éxito.